martes, 26 de noviembre de 2019

Sasha Baron Cohen: "Facebook habría permitido a Hitler comprar anuncios"


Sacha Baron Cohen arremetió en un discurso contra la red social.

Facebook se enfrenta a cada vez más críticas por su política de anuncios de contenido político.

La última ha llegado del comediante británico Sacha Baron Cohen, quien dijo este viernes que si Facebook hubiera existido en la década de los 30 le habría dado a Hitler una plataforma para sus creencias antisemitas.

En un discurso en la cumbre de la Liga Antidifamación en Nueva York, el actor apuntó al jefe de Facebook, Mark Zuckerberg, quien en octubre defendió la posición de su compañía de no prohibir anuncios políticos que contengan falsedades.

"Si pagas, Facebook publicará cualquier anuncio 'político' que quieras, incluso si es una mentira. E incluso te ayudarán a dirigir esas mentiras a los usuarios para obtener el máximo efecto", dijo.

"Bajo esta lógica retorcida, si Facebook existiera en la década de 1930, habría permitido a Hitler publicar anuncios de 30 segundos sobre su 'solución' al 'problema judío'".

También cuestionó la caracterización que Zuckerberg hace de Facebook como un bastión de "libre expresión".

"Creo que todos podríamos estar de acuerdo en que no deberíamos darles a los fanáticos y pedófilos una plataforma gratuita para amplificar sus puntos de vista y apuntar a sus víctimas", agregó.

Pero Baron Cohen no solo tuvo críticas para Facebook, sino que arremetió también contra Google, Twitter y YouTube por llevar a "lo absurdo a miles de millones de personas".

El artista dijo que era hora de "un replanteamiento fundamental de las redes sociales y cómo difunden el odio, las conspiraciones y las mentiras".


Mark Zuckerberg defendió el pasado mes de octubre la posición de su compañía de no prohibir anuncios políticos que contengan falsedades.

La respuesta de Facebook

La compañía dijo en un comunicado que Baron Cohen había tergiversado sus políticas y que el discurso de odio estaba prohibido en sus plataformas.

"Vetamos a las personas que abogan por la violencia y eliminamos a cualquiera que la alabe o la apoye. Nadie, ni siquiera políticos, puede abogar o anunciar odio, violencia o masacres en Facebook", agregó.

Los gigantes de las redes sociales y las compañías de internet están bajo una presión creciente para frenar la difusión de información errónea en torno a las campañas políticas.

Twitter anunció a finales de octubre que prohibiría toda publicidad política a nivel mundial a partir del 22 de noviembre.

A principios de esta semana, Google dijo que no permitiría a los anunciantes políticos dirigirse a los votantes utilizando la "microorientación" con los datos de navegación u otros factores.

Los analistas dicen que Facebook está bajo una presión cada vez mayor para seguir su ejemplo.

A principios de este mes, un grupo internacional de legisladores pidió que se suspendieran los anuncios políticos dirigidos en las redes sociales hasta que se regularan adecuadamente.



lunes, 25 de noviembre de 2019

Los secretos del big data y su influencia en los procesos de producción de subjetividad: ¿Quién toma tus decisiones en Internet?
El libro de Magnani ayuda a entender el tsunami tecnológico de las dos últimas décadas. ¿Cómo es que Google factura miles de millones si parece dar todo gratis? ¿Por qué los precios de los billetes de avión varían según quién los mire y desde dónde se conecte?
Por Esteban Magnani


Esteban Magnani explica en su libro que "las tecnologías se han metido en la profundidad de las relaciones sociales y de los procesos de producción de la subjetividad". 

Gaspar tenía seis años, casi siete, el 25 de septiembre de 2014, día en que Racing y Boca debían completar en la Bombonera los 34 minutos de un partido suspendido por lluvia once días antes. El local ganaba por uno a cero y toda la experiencia indicaba que darlo vuelta sería imposible.

—Papi, me parece que soy de Boca —me dijo Gaspar entrando a la habitación donde yo me acomodaba para ver el partido.

Con ese rechazo, mi hijo, con una frialdad que solo la ingenuidad brinda, cerraba una tradición de tres generaciones, profundamente enraizada y cimentada por cientos de idas a la cancha en los '90 hasta que llegó un desgaste insostenible. Aún así, contra mi propia racionalidad que me decía que el fútbol es solo un negocio, el equipo de mis amores seguía siendo parte constitutiva de mi identidad. Que mi hijo no me acompañara me hacía sentir más solo.

—No seas chancho —contesté sin más argumentos que mi propio rechazo—. No te podés hacer de Boca.

Sabía que en no pocas casas los niños se rebelan al mandato futbolero paterno, generalmente influidos por algún otro familiar, un compañero de escuela o el equipo de moda. También tenía claro que las presiones serían contraproducentes con mi hijo. Intenté algunos argumentos tibios más, pero me supe en un camino sin salida.

—Bueno: si hoy gana Racing me hago hincha —concedió magnánimo.

Si esa era la condición, supe que la lucha estaba perdida. La sentí casi una provocación, un desafío a mi esfuerzo irracional por condenarlo, probablemente, a una vida de sufrimientos. Sin embargo, no podía poner en evidencia mi poca fe en el equipo que le ofrecía para el resto de su vida. Comenzó el partido y para mi cardíaca sorpresa un hasta entonces poco querido Gustavo Bou hizo dos goles. Hasta el final seguí preparado para lo peor, pero no: Racing ganó con autoridad. Sabiendo de la volatilidad de una promesa infantil, le recordé diariamente la suya. No hizo falta: Racing comenzó una racha ganadora hasta salir campeón y permitió que mi hijo compartiera esa pasión tan existencial como inexplicable. Buzo, camiseta, festejos y un par de victorias vividas en la cancha sirvieron para hacer irreversible la decisión.




“¿Qué tiene esto que ver con el big data?”, debe estar preguntándose el lector. A primera vista nada, a menos que, justamente, tengamos muchos datos. Es entonces cuando una anécdota menor se suma a miles de otras similares para cobrar una nueva dimensión y, tal vez, detectar fenómenos de escala social invisibles desde la perspectiva humana. ¿Es posible saber a qué edad un niño se hace hincha de un club y qué pesa más en sus decisiones? Hay indicios de que al menos pueden establecerse ciertas correlaciones apoyadas en datos. Eso es lo que hizo un periodista y economista llamado Seth Stephens-Davidowitz, especializado en el análisis de grandes cantidades de datos (o big data) en su libro “Everybody lies” (“Todos mienten”), William Morrow, 2017.

Davidowitz, gran fan de baseball en general y de los New York Mets en particular, nunca entendió por qué su hermano, cuatro años menor que él, tenía tan poco interés por ese deporte: “¿Cómo es posible que dos niños con genes tan parecidos, criados por los mismo padres, en la misma ciudad, tengan sentimientos tan opuestos acerca del baseball?”. Para elaborar algún tipo de hipótesis creó una base de datos con personas que apoyaran (o “megustearan”) distintos equipos y sus años de nacimiento. Así pudo deducir que el número de fans de un equipo aumenta entre aquellos que tenían cerca de ocho años de edad cuando el equipo finalmente elegido ganaba un campeonato: “vemos que el año más importante en la vida de un hombre, en cuánto a cementar su equipo favorito de baseball como adulto, es cuando tiene más o menos ocho años. En total, de cinco a quince años es el período clave para conquistar a un niño”, concluye Davidowitz.

Más allá de lo pintoresco (y “tribunero”, si se me permite) del ejemplo elegido, lo relevante es cómo miles de pequeñas informaciones, algunas de ellas graciosas, pintorescas o, simplemente irrelevantes a nuestros ojos, registradas en las redes sociales, sensores, cámaras o plataformas en general, al ser agregadas en una base de datos y analizadas, pasan de meras anécdotas a radiografías de fenómenos antes invisibles. Desde la perspectiva individual resulta muy difícil comprender cómo lo que era un detalle sin importancia, junto a otros miles o millones similares, se transforma en un patrón relevante, un indicador sobre comportamientos actuales y también futuros, además de en un gran negocio.

Como veremos a lo largo de este libro, una correlación dista mucho de ser una explicación causal, pero puede ser un buen comienzo para, aplicando el método científico, contrastar algunas hipótesis. ¿Qué dirían los psicólogos por ejemplo acerca de este fenómeno? ¿Qué pasa en la etapa de los ocho años para que tiendan a definir el equipo de sus amores? O, incluso, ¿el fenómeno es realmente similar en países como la Argentina y con el fútbol como deporte en lugar del baseball? Además de ser simpática y, posiblemente, relevante para entender los fenómenos de formación de la subjetividad, estas conclusiones podrían resultar vitales para un equipo de fútbol campeón que debe decidir dónde invertir en publicidad. De esa forma podría garantizarse por varias décadas un mayor número de fans.

Se ha repetido hasta la náusea que el tsunami tecnológico de las dos últimas décadas produjo (y sigue produciendo) un cambio drástico en casi todos los aspectos de la vida, tanto económica o social como individual: cómo nos comunicamos entre las personas, averiguamos cómo llegar a otras partes, nos ofrecen productos, nos informamos, decidimos a quién votar; pero también la forma en la que nos construimos como personas, los límites de la intimidad o a qué llamamos “amistad”. Las tecnologías se han metido en la profundidad de las relaciones sociales y de los procesos de producción de la subjetividad de una forma tan vertiginosa como naturalizada.

¿Cómo hacer pie entre tantos cambios? ¿Cómo entender la forma en la que Cambridge Analytica segmentaba la personalidad de los votantes a partir de sus gustos musicales? ¿Cómo es que Uber se plantea como una simple aplicación pero está valuada en más de 100.000 millones de dólares y su tasación sigue creciendo? ¿De dónde sacará el dinero para compensar semejantes expectativas (si es que alguna vez lo logra)? ¿Cómo es que Google factura miles de millones si nos da (o parece darnos) todo gratis? ¿Por qué los precios de los billetes de avión varían según quién los mire y desde dónde se conecte?



Fuente: pagina12.com.ar

lunes, 18 de noviembre de 2019

El sitio Behind Back Doors anticipó el golpe basándose en 16 audios de opositores: La trama civil del derrocamiento de Evo Morales
Carlos Sánchez Berzain, Mandred Reyes Villa, Gonzalo Sánchez de Lozada y Mario Cossío son los nombres que aparecen en un informe de octubre que prenunciaba el golpe. 
Por Gustavo Veiga


Carlos Sánchez Berzain, uno de los nombres en la trastienda golpista. 


Evo Morales tenía razón. El 23 de octubre denunció que estaba en marcha un golpe de Estado, dieciocho días antes de que se consumara. La movida para derrocarlo se gestó adentro y afuera de Bolivia. En el exterior, todos los caminos conducen a Estados Unidos y en particular a Miami. Esa ciudad siempre respiró al ritmo de las conspiraciones. Los decanos de esos complots fueron los cubanos anticastristas. Les siguieron los venezolanos antichavistas. Ahora se conjuraron los enemigos del presidente exiliado en México. Pero todos interactúan entre ellos, con la bendición de la OEA. Carlos Sánchez Berzain es uno de los nombres que aparece más visible en esta trama. Fue ministro de Gonzalo Sánchez de Lozada y ambos escaparon a EE.UU después de la llamada guerra del gas. El 27 de octubre pasado se lo vio en un acto en una calle miamense junto a la actual ministra de Comunicación del régimen golpista, Roxana Lizárraga. La misma que denunció en La Paz días después a periodistas argentinos por “hacer sedición”. El Instituto Interamericano por la Democracia del que es director ejecutivo el ex funcionario prófugo, opera financiado con fondos de la USAID, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.

Sánchez Berzain no está solo. Hombre de fortuna incomprobable y columnista habitual de Infobae, fue acompañado en su cruzada por Manfred Reyes Villa, un excandidato a presidente de Bolivia que también vive asilado en EE.UU. Capitán retirado del ejército, fue condenado en 2016 a cinco años de prisión en Cochabamba – departamento al que gobernó entre 2005 y 2008– por enriquecimiento ilícito. La lista de connotados golpistas civiles en Estados Unidos es más amplia y se mixtura con oficiales retirados que se reúnen en la autodenominada Coordinadora Nacional Militar. Estos se encuentran en su país, como otros civiles que armaron el golpe desde adentro.

El 8 de octubre pasado, cuando todavía no se habían realizado las elecciones en Bolivia, el sitio Behind Back Doors (Detrás de la puerta trasera) anticipó el golpe de Estado en marcha ubicándolo entre fines de 2019 y marzo de 2020.

Su información, basada en dieciséis audios tomados durante diferentes reuniones a distintos protagonistas de esta conjura, tuvo relativa repercusión hasta que se produjo la destitución de Evo. El analista internacional mexicano, Alfredo Jalife Rahme, tradujo el material de Behind Back Doors al castellano y lo difundió. El domingo 10 empezó a replicarse en las redes sociales y a llegar a los medios. Así aparecieron los nombres de Sánchez de Lozada, Sánchez Berzain, Reyes Villa y Mario Cossío, un exgobernador de Tarija y expresidente de la Cámara de Diputados condenado a seis años de prisión por enriquecimiento ilícito. A diferencia de los tres primeros se exilió en Paraguay.

Sánchez Berzain fue el más activo de todos. Apareció en cuánto foro pudo volcar su tesis de una conspiración castro-chavista a escala continental en la que por supuesto incluye a Evo. El 25 de julio pasado el Instituto Interamericano por la Democracia que lidera organizó una actividad donde lo presentó Norberto Spagnaro, un residente argentino de Miami. Coordinador de la campaña del macrismo en esa ciudad de la Florida, le cedió la palabra para que hablara sobre Argentina y la política regional. El orador que cerró la jornada fue el periodista Alfredo Leuco. Su tema fueron las elecciones que se venían en nuestro país.

La organización que lidera el exministro de Sánchez de Lozada es un mosaico de nacionalidades. Pero su pensamiento es bastante uniforme. Postula todo lo que huela a neoliberalismo, se alinea sin fisuras con las políticas hemisféricas de Estados Unidos y junta a ciertos personajes que parecen sacados de la Guerra Fría. Su integrante argentino más notorio es Guillermo Lousteau Heguy, el padre de Martín Lousteau, ex secretario de Turismo de la dictadura cívico-militar entre 1981 y 1982. El directorio del Instituto también cuenta con los cubanos Armando Valladares y Carlos Alberto Montaner, dos propaladores del anticastrismo más rabioso. El primero estuvo preso en Cuba, devino en embajador de EE.UU ante la comisión de Derechos Humanos de la ONU y hasta hoy no pudo desligarse de una imputación por estafas con un desarrollo inmobiliario en España.

Los audios que divulgó Behind Back Doors atribuyen a Reyes Villa haber ventilado que el golpe era promovido por los senadores de EE.UU Marco Rubio, Bob Menéndez y Ted Cruz. La nómina se completa con la representante por Florida, Ileana Ros-Lehtinen, quien preparó el terreno en el Congreso estadounidense para la interrupción del orden constitucional en Bolivia. Trató a Morales de “matón” en la Cámara Baja, le cuestionó su “retórica antimperialista”, las expulsiones de “todas nuestras agencias: DEA, USAID y al embajador de EE.UU” y dijo que “el pueblo de Bolivia necesita nuestra ayuda”. El gobierno de Evo la acusó de injerencista el año pasado.

El informe de Behind Back Doors conocido el 23 de octubre también mencionó que “funcionarios del Departamento de Estado acreditados en el país, como Mariane Scott y Rolf A. Olson, se han reunido con funcionarios diplomáticos de alto nivel de Brasil, Argentina y Paraguay, a fin de organizar y planificar acciones de desestabilización contra el gobierno boliviano, como además de entregar los fondos estadounidenses a la oposición”. La pista brasileña lleva hasta el canciller de ese país, Ernesto Araujo, quien recibió al líder golpista Luis Fernando Camacho en mayo, según reveló la revista Forum. Al dirigente del Frente Cívico cruceño lo llaman en Bolivia el “Bolsonaro” local por sus posturas racistas y ultramontanas. Su comportamiento medieval no alcanza a disimular otro motivo clave de su destacada participación en la asonada. Su acaudalada familia perdió el negocio del gas en Santa Cruz cuando el gobierno derrocado lo nacionalizó.

El protagonismo de Camacho está lejos del perfil bajo que mostró otra pieza clave en el complot para derrocar al gobierno de Evo. Se trata de Erick Foronda Prieto, un periodista boliviano que trabajó para la embajada de EE.UU en La Paz por casi veinte años. La denuncia de Behind Back Doors le atribuyó “un papel importante en la obtención de información de políticos y periodistas en el país, con el objetivo de satisfacer el interés de Estados Unidos”. Además “se convirtió en una persona de confianza y estableció estrechos vínculos con el antiguo embajador de los Estados Unidos, Phillip Goldberg” expulsado en septiembre de 2008. El informe le otorgó a Foronda Prieto un rol fundamental durante la campaña del No a la reelección de Morales en el referéndum de febrero de 2016. Evo lo perdió en medio de una campaña de fake news que le atribuyeron la falsa paternidad de un hijo con la menor Gabriela Zapata. Ella misma desmintió la noticia. Pero el daño ya estaba hecho.



Fuente:  pagina12.com.ar

domingo, 17 de noviembre de 2019

La cobertura de los medios argentinos sobre el Golpe en Bolivia
Por Emanuel Respighi




La cobertura periodística sobre el golpe de Estado en Bolivia desmitificó aquella extendida -y cuestionable- idea de que "una imagen vale más que mil palabras". Tal vez como nunca antes, la disociación entre lo que narraron los cronistas de los medios argentinos desde el lugar de los hechos, lo que mostraban las imágenes registradas por los enviados especiales, y lo que expresaban los conductores desde los estudios y se alcanzaba a leer en los zócalos escritos con pretensión de verdad, se expuso con tanta brutalidad. Mientras la pantalla evidenciaba el violento accionar de la policía y los militares por las calles, desde Buenos Aires las rígidas líneas editoriales se mostraron impasibles. Ni siquiera la agresión que en La Paz sufrieron los cronistas argentinos, tanto por manifestantes a favor del golpe como por los nuevos funcionarios de facto, les hicieron modificar sus posturas. Salvo excepciones, en la era de la posverdad el periodismo acusó una nueva derrota: la crónica en primera mano perdió valor frente a la imposición de la "noticia deseada". Pero esa elocuente contradicción entre imagen e interpretación a distancia reivindicó el fundamental rol que cumplen los enviados especiales en conflictos políticos y sociales en desarrollo.

A diferencia de otras situaciones, la TV argentina estuvo rápida de reflejos. Desde TN hasta A24, pasando por Crónica HD, El Trece, Telefe y C5N, buena parte de las señales enviaron cronistas a cubrir los acontecimientos políticos y sociales en Bolivia. El que no cambió la insólita postura que asumió en los últimos años fue la TV Pública, que tal como ocurrió con las manifestaciones en Chile, no cubrió los acontecimientos del país limítrofe con periodistas propios. La cobertura informativa para Argentina, una vez más, quedó en manos de los medios privados. Un desprecio informativo de quienes dirigen los medios públicos que ni siquiera varió ante una situación en que la que -como mínimo- está en riesgo la institucionalidad democrática de un país vecino, cuya comunidad es la segunda colectividad extranjera más numerosa del país. Un apagón informático de la pantalla estatal que la próxima gestión deberá revertir.

El primer signo que marcó la cobertura giró en torno a la nomenclatura del proceso que derivó en la “sugerida” renuncia de Evo Morales a la presidencia. Apañados por la decisión del gobierno argentino de no definir el quiebre institucional democrático en Bolivia como “Golpe de Estado”, la mayoría de los canales de TV se esmeraron cuidadosamente en evitar tal denominación. “Crisis institucional”, “transición política” o "situación" a secas, fueron algunos de los recursos lingüísticos que desde los zócalos y de la palabra de las principales figuras se repitieron en los días siguientes a un golpe que con el paso de los días terminó por asumir características de "clásico". Una distinción que no se trata solo de una mera discusión semántica, sino más bien de un posicionamiento periodístico que dio la impresión de no poder escapar a una concepción ideológica contraria al gobierno “derrocado”.

Una de los hechos que describen el contraste entre la información y la expresión de deseo sucedió el martes en el noticiero central de Telefe Noticias. El periodista Reynaldo Sietecase analizaba la peculiar situación de Bolivia, cuando la conductora Cristina Pérez le salió al cruce para invalidar el razonamiento del analista . Pese a que Sietecase le detallaba con datos concretos de que no se hablaba de “fraude”, citando incluso al informe de la propia OEA, Pérez insistió en su idea de que se había cometido “fraude”, señalando que la renuncia a de Evo Morales era una prueba determinante, acaparando el espacio y elevando el tono de voz. Tuvo que intervenir Rodolfo Barili para sumar un dato que a su compañera se le pasaba por alto: que la renuncia no había sido voluntaria sino “sugerida” por las Fuerzas Armadas. Un momento de tensión que puso al descubierto que tampoco los especialistas están exentos de la imposición de la mirada.

El conflicto sobre el punto de vista en Bolivia llevó, incluso, a que diferentes colectivos de trabajadores salieran a diferenciarse de las líneas editoriales de sus medios. Los trabajadores del noticiero de Telefe Noticias salieron inmediatamente a rechazar la decisión de no denominar “Golpe de Estado” lo sucedido en Bolivia. Lo mismo hicieron los trabajadores del diario La nación y los del servicio informativo de Radio Nacional, quienes directamente denunciaron "censura" en el servicio de noticias de la emisora estatal, ante la orden de una jefa de turno de prohibirles pronunciar la expresión “Golpe de Estado”. Manifestaciones críticas de los trabajadores de prensa hacia las empresas en las que trabajan que, con sus diferencias, empiezan a ser cada vez más frecuentes. Un ejercicio relativamente nuevo en el periodismo argentino.

La semana que pasó también sirvió para constatar una obviedad pero que en el último tiempo no se había reconocido como corresponde: el papel que juegan los equipos periodísticos de los canales argentinos para documentar en primera persona conflictos que se suceden en el extranjero. Mucho más cuando la libertad de prensa local se encuentra cercenada, tal como ocurre en Bolivia desde el domingo pasado. La entrevista que Mariano García, el periodista de Telefe, le realizó a Luis Camacho, el líder cruceño opositor, simplemente animándose a contrastar lo que le respondía con lo que él percibió en las calles, no hubiera sido posible sin haber estado allí. De hecho, en la imagen de ese momento de tensión ante el más elemental ejercicio periodístico se ven numerosos micrófonos de medios locales bolivianos que nada cuestionan y solo atinan a acercarle el micrófono a Camacho.

El colmo de ese desencuentro entre las crónicas que desde Bolivia llegaban en vivo y en directo -dato no menor- al país, y las reinterpretaciones que se hacían desde la comodidad de los estudios, se dio cuando la violencia callejera y gubernamental alcanzó de manera directa a los equipos periodísticos de los canales argentinos. Basta un ejemplo: en medio del momento en el que la periodista Carolina Amoroso, de El Trece/TN, narraba las agresiones sufridas, al punto que tuvo que guarecerse en el hotel para poder transmitir, Sandra Borghi parecía más preocupada por relativizar la denuncia que por condenar tales hechos. "¿Pero los violentos son un grupo o todos?", preguntó desde TN. Inmediatamente, José Vidal no puede con su genio y se preocupó en aclarar: "nos ha pasado lo mismo, incluso peor, en Venezuela". Ni siquiera la evidencia de sufrir en carne propia la intolerancia de quienes tomaron el poder modificó la perspectiva sobre Bolivia: el "Golpe de Estado" siguió brillando por su ausencia.

En un momento en el que el periodismo está en crisis, cuya credibilidad social se derrumba a cada paso, la cobertura del conflicto político y social en Bolivia puso en evidencia el enorme trabajo de los enviados especiales. La importancia de estar en el lugar de los hechos, de darle voz a quienes sufren y protagonizan la noticia. Aún cuando las crónicas enviadas nunca fueron tan reinterpretadas por zócalos que, desde Buenos Aires, relativizaban lo que las imágenes y los testimonios mostraban. Quedó en evidencia que ya ni siquiera "dato mata relato". Pero la crónica desde el lugar de los hechos, al menos sirve para azotarle a las imposiciones editoriales un fuerte golpe. Ese concepto político-institucional que fue esquivo en zócalos y titulares, pero que se hizo evidente en los hechos.



Fuente:  pagina12.com.ar

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Las redes sociales y el golpe contra Evo
La consultora Menta Comunicación detectó miles de mensajes contra la figura del presidente Evo provenientes de cuentas que casi no tenían seguidores.
Por Maria Cafferata


Se registraron miles de mensajes contra Evo de cuentas de Twitter que casi no tenían seguidores. 


Los defensores del golpe de Estado en Bolivia buscaron lavarle la cara al nuevo régimen en las redes sociales. Como parte de una campaña que busca legitimar la destitución del presidente Evo Morales, se detectó que, en el último par de días, se crearon más de 4500 cuentas nuevas que, sin tener casi ningún seguidor, accionaron en Twitter para instalar el hashtag #BoliviaNoHayGolpe.

"Hubo una clara acción coordinada de apertura de cuentas para darle volumen a esta conversación", declaró a Página/12 Luciano Galup, especialista en comunicación política y escritor del libro "Big Data y Política". Galup, director de la consultora Menta Comunicación, fue quien dio a conocer ayer que había miles de mensajes contra la figura de Evo provenientes de cuentas que casi no tenían seguidores: "Son 3612 las cuentas que participaron del #BoliviaNoHayGolpe y tienen entre cero y un seguidor. Y lo más escandaloso es hay 4492 cuentas que se crearon entre ayer y hoy para participar del HT. Crearon 4492 cuentas en dos días", tuiteó. Si bien reconoció que muchas de estas cuentas podrían ser genuinas - producto de una sociedad en efervescencia que, frente a la crisis, se abre una cuenta para poder participar -, Galup aseguró que la mayoría habían sido creadas para instalar un sentido de la interrupción democrática en Bolivia a nivel mundial. 

"Ese tipo de acciones coordinadas no tienen mucho impacto en la política doméstica. Un Trending Topic no tiene efectividad sobre la gente que vive esas experiencias y ocupa esos territorios. Pero a nivel mundial pueden funcionar como propaganda", explicó Galup. Para el analista, la campaña en redes contra Evo tiene como objetivo legitimar el golpe y lavarle la cara al gobierno ilegítimo entrante. "Las dictaduras y los golpes de Estado necesitan legitimarse frente al concierto de naciones porque pueden haber sanciones. Funciona como una política exterior, no una doméstica", aclaró.

Evo anunciando su renuncia para evitar una escalada de violencia, Fernando Camacho ingresando al Palacio Quemado con una biblia y un rosario, incendios y saqueos en las casas de los dirigentes del Movimiento al Socialismo (MAS), movilizaciones en las calles a favor y en contra del golpe, la senadora Jeanine Áñez exigiéndole a las Fuerzas Armadas que intervengan para "impedir un derramamiento de sangre", Perú impidiendo que el avión que llevaba a Evo a México sobrevolara su territorio, presos amotinados en el penal más importante de La Paz : la sucesión de imágenes que ilustra el golpe de Estado en Bolivia inundó los portales de los medios de todo el mundo. "Cuando los países adquieren relevancia a partir de sus conflictos, su sentido se disputa a nivel global. El caso boliviano es particular porque tiene las características de un golpe de Estado tradicional, con las Fuerzas Armadas pidiéndole a un presidente que renuncie, por lo que cuenta con una falencia de legitimidad de origen que la obliga a tener que defender internacionalmente lo que está pasando", ilustró Galup.

Con hashtags como #EvoAsesino, #EvoDictador o #EvoEsFraude, los mensajes de estas cuentas denuncian que Evo es un corrupto y lo acusan de haberse "robado" las elecciones de octubre, así como también celebran asunción a la presidencia de Jeanine Añez y declaran que el golpe llevó, finalmente, "la democracia y libertad" al pueblo boliviano.



Fuente:  pagina12.com.ar

martes, 5 de noviembre de 2019

Edward Snowden: “El modelo de negocio de Google, Amazon y Facebook es el abuso”


© Reuters Edward Snowden, vía teleconferencia desde Rusia

Edward Snowden ha estado en Lisboa… por videoconferencia. “Puedo oírte”, son las primeras palabras pronunciadas por el informante y exempleado de la CIA y la NSA en la apertura del Web Summit. Su conversación con James Ball, del Bureau of Investigative Journalism, transcurrió entre la capital portuguesa, sede del mayor evento tecnológico del mundo, y Rusia, donde se esconde el norteamericano, ahora director de la Freedom of the Press Foundation.

“Nunca he estado borracho, nunca he fumado un porro“, asegura Snowden, asomado al par de pantallas gigantes que dominan el escenario. Ante él, el centro neurálgico del Web Summit está lleno hasta la bandera y con miles de espectadores que se han quedado al otro lado de las puertas. El informante se dispone a hacer memoria. Recuerda las motivaciones que le llevaron a los titulares hace seis años como el tira y afloja entre dos juramentos.

En su primer día en la CIA, “en una habitación muy oscura”, juró solemnemente que defendería la constitución de su país de todos los enemigos, extranjeros o no. “No los intereses de la agencia, ni siquiera los de un presidente”, matiza. La segunda promesa llegó en forma de burocracia: como un acuerdo de confidencialidad. “Muchos años después de firmar esto, descubres que lo que estás haciendo, que lo que todos en tu agencia están haciendo, es una conspiración gigante para violar el juramento que tomaste el primer día”, recuerda.

El hombre que ayudó a construir el sistema de vigilancia masiva del gobierno estadounidense para luego exponer sus excesos tenía dos opciones: ser leal a la constitución o a un formulario. “La respuesta estaba clara. Cuando el gobierno puede cambiar las reglas del juego sin nuestro consentimiento, el público tiene derecho a saberlo”, sentencia. Lo que Snowden quería hacer saber era que algo había cambiado en los sistemas de vigilancia: “Estaban podridos”. De monitorizar objetivos concretos y de interés, se había pasado a vigilar "a todo el mundo, en todas partes, todo el tiempo, incluso a gente que no había hecho ningún mal”.

“¿Qué haces cuando las instituciones más poderosas de la sociedad se han convertido en las que menos rinden cuentas ante ella?”. Para él, esta pregunta sigue vigente, seis años después del escándalo. “Se estaban creando sistemas para esto todo el tiempo y nadie en una posición estaba tratando de pararlo, porque les beneficiaba”.

Balance positivo, pero no mucho

“¿Hemos avanzado algo? ¿O estamos retrocediendo?”, pregunta Ball. El informante admite que las cosas están cambiando, pero se muestra decepcionado con el alcance real de estos avances. “La gente está con frecuencia enfadada con la gente correcta por los motivos equivocados”, lamenta. En su opinión nos obcecamos en minucias, cuando las dimensiones del problema son mucho mayores. “Sí, esta gente está cometiendo abusos, especialmente cuando miramos a Google, Amazon, Facebook… Su modelo de negocio es el abuso. Y sin embargo, argumentan que todo es legal. Ese el problema. Hemos legalizado el abuso de lo personal, a través de lo personal. Hemos creado un sistema que hace a la población vulnerable para el beneficio de los privilegiados”.

En el caso de gobiernos como el suyo, a Snowden no le basta pretexto de que esa vigilancia masiva contribuye a la protección de los ciudadanos, en materias como prevención de ataques terroristas. “Las herramientas creadas para proteger al público estaban siendo utilizadas para atacarle”, insiste.

El papel de la tecnología en este entuerto es para él un arma de doble filo. Por un lado, las ve como una herramienta de amplificación del poder individual. “Cuando tenemos nuevas tecnologías que se usan por pequeñas empresas, ONGs, defensores de los derechos humanos para empoderar al mundo y protegerlo de terribles vulnerabilidades, avanzamos hacia un mundo más seguro”, explica. En la otra cara de la moneda está el poder concentrado por gobiernos y corporaciones actuando “como las manos derecha e izquierda de un mismo cuerpo”. El resultado de esa mezcla, denuncia, son instituciones que ya eran poderosas combinando sus supremacías para “controlar o al menos influir” las acciones del mundo que las rodea.

Datos recolectados, gente explotada

En este contexto, hasta el europeo Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) se le queda corto. “De hecho, el problema está en el nombre. El problema no es la protección de datos si no la recolección. Regular la protección de datos asume que su recolección está bien y no representa una amenaza o peligro”. Cualquier protección es además probadamente falible. “Si hemos aprendido algo desde 2013 es que tarde o temprano todo se filtra”.

En medio de la abstracción de un camino que empieza por los datos que genera cada uno de nuestros teléfonos y termina, por un lado, engordando las cuentas de las compañías que los cosechan y por otro, generando información que puede ser utilizada en contra de nuestros intereses, el exempleado de la CIA denuncia que estamos pasando por alto un detalle muy tangible: “Los datos no son abstractos cuando son sobre la gente. No son los datos lo que se está explotando: es la gente”.



Fuente:  msn.com/es-ar